El pasado 8 de octubre de 2013,
el presidente Nicolás Maduro, después de leer un extenso comunicado ante la
Asamblea Nacional, solicito que se le otorgarse una Ley Habilitante como
herramienta jurídica extraordinaria para poder combatir los problemas de
desabastecimiento y de corrupción que se han enquistado dentro de la sociedad
venezolana dentro del estamento militar, boliburgués y opositor.
Esta medida excepcional le
permitirá al primer mandatario, poder legislar sin consultas previas sobre
materia laboral, procesal, civil, tributaria y administrativa sin el
consentimiento de los demás poderes estatales, lo cual significa un cheque en
blanco para el nuevo regente.
Esta medida es el corolario de
una crisis iniciada hace 10 años atrás, cuando el gobierno nacional para
afrontar la crisis del paro petrolero opositor, creo un control cambiario a la
similitud de sus antecesores como Luis Herrera Campins o Carlos Andrés Pérez.
Este control cambiario a diferencia de sus antecesores adquirió dimensiones
temporales que produjo a largo plazo, una nueva clase especulativa que se
aprovecho de las divisas preferenciales para defalcar el peculio público; esto
genero un abandono de la actividad creadora de bienes y servicios, una
constricción económica, una mafia aduanera y una estanflación nacional que ya
asoma la asombrosa cifra de un 49%, la mas alta en el mundo después de Siria.
Por ende, ante tamaño
responsabilidad, medidas coyunturales como nuevas subastas de dólares
preferenciales y una re-restructuración de CADIVI, son paños de agua tibia que
no solventaran ni la escasez ni la inflación, por lo cual es natural que estén
preparando nuevas y arriesgadas medidas macroeconómicas, como es un posible “corralito” para los usuarios y la
estatización de la banca comercial.
El corralito fue la restricción
de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas
corrientes y cajas de ahorros impuesta por el gobierno argentino en el 2001;
esta medida busca evitar la fuga de divisas nacionales del sistema bancario, para
así restringir la circulación de dinero, el consumo y por ende poner un coto al
consumismo para tratar de frenar la inflación.
Esta medida puede ir de la mano
con la estatización de la banca comercial, con el cual la Administración
Publica se puede hacer con el dinero de los ahorristas para financiar sus
actividades de forma momentánea mientras genera nuevos ingresos hipotecados a
los chinos y afines; además de sacar del medio a la banca capitalista privada
como principal competidor en la captación de fondos.
Tamaña decisión puede ser tomada
bajo un marco propagandístico donde dirán que atacan los grandes especuladores,
estableciendo para ello, bandas de consumo del cual el podrá disponer el
ahorrista; pero la verdad es que el Estados y sus representantes se harán de
los ahorros de millones de venezolanos, para seguir financiado su proyecto
hegemónico y someternos a todos a una dieta mientras ellos se devoran el
banquete.
Esta eventual crisis económica
puede generar afecto nocivos en la región grancolombiana como se puede asimilar
con el riesgo bancario que experimento Uruguay
en 2002, como coletazo del corralito, cuando miles de ciudadanos
argentinos retiraron de forma azarosa sus ahorros que venían depositando en el
sistema bancario uruguayo, caracterizado por su seguridad (cada vez que un
banco uruguayo entraba en problemas de liquides, el Banco Central intervenía con
fondos), por su liberalidad (facilidad para apertura una cuenta) y la libre
circulación de divisas (depositar y retirar en varias monedad) que se puede
comparar al sistema financiero panameño, el cual se ha engordado con el flujo
constante de capital de Venezuela a ese país a través de diferentes medios.
Esta hipótesis puede propiciar un
nuevo escenario de confrontación en el cual los anarquistas debemos participar,
como adversarios al control estatal y a las clásicas reformas de la oposición
demo-liberal venezolana; generando un discurso antagonista al control cambiario
sin caer en reivindicaciones de apertura macroeconómica. Para ello, es
necesario avanzar en la construcción de alternativas económicas al modelo
actual, basadas en la autogestión generalizada de los medios de producción sin
patrones, la toma decidida de la cuestión pública a través de la democracia
directa y la socialización de los problemas colectivos que reactiven los
principios de solidaridad y de apoyo mutuo en la colectividad. Pase lo que pase
en un futuro inmediato, allí estaremos nosotros bajo el grito de “Que se vallan todos” llevando la cólera
a las calles por una transformación global, sin izquierdas ni derechas en el
poder.
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