Una hermosa mañana de mayo, actué
y, durante esas pocas horas, disfruté al máximo de la vida. Por una vez, dejé
atrás el miedo y las autojustificaciones y desafié lo desconocido. En una
Europa llena de centrales nucleares, uno de los mayores responsables de la
catástrofe nuclear cayó a mis pies. Quiero ser muy claro: el núcleo Olga
FAI/FRI somos solo Nicola y yo. Nadie más participó, colaboró ni diseñó la
acción; nadie sabía de nuestro proyecto. No permitiré que mi actuar, para
desviar la atención del verdadero objetivo de la acción, lo metan en un obsceno
y absurdo saco massmediático y jurídico hecho de “subversión del orden democrático”,
“asociación subversiva”, “banda armada”, “terrorismo”; frases vacías en boca de
jueces y periodistas.
Soy anarquista antiorganización
porque estoy en contra de toda forma de autoridad y constricción organizativa.
Soy nihilista porque vivo mi anarquía hoy y no a la espera de una revolución
que, aunque llegue, creará sólo una nueva autoridad, una nueva tecnología, una
nueva civilización. Vivo mi anarquía con naturalidad, alegría, placer, sin
ningún espíritu de martirio, oponiendo todo mi ser a este existente civilizado,
para mí, insoportable. Soy antisocial porque estoy convencido de que la
sociedad solo existe bajo el signo de la división entre dominantes y dominados.
No aspiro a ninguna alquimia socialista futura y “paradisiaca”, no pongo mi
confianza en ninguna clase social; mi revuelta sin revolución es individual,
existencial, total, absoluta, armada. En mí, no hay rastro alguno de
superhombre, ningún desprecio por los oprimidos, por el “pueblo”, convencido de
que, como dice un dicho oriental: “no hay que despreciar la serpiente porque no
tiene cuernos, ¡un día se podría transformar en un dragón!”. De la misma forma,
un esclavo puede transformarse en un rebelde, un solo hombre, una sola mujer,
convertirse en un incendio devastador. Con todas mis fuerzas, desprecio a los
poderosos de la tierra, ya sean políticos, científicos, tecnócratas, demagogos,
líderes de cualquier tendencia, burócratas, jefes militares y religiosos. El
orden que quiero abatir es el de la civilización que, día a día, destruye todo
por lo que vale la pena vivir. Estado, democracia, clases sociales, ideologías,
religiones, policía, ejércitos, vuestro propio tribunal son sombras, quimeras,
engranajes, todos reemplazables, de un mega máquina que todo lo abarca. Un día,
la tecnología se deshará de nosotrxs transformándonos a todxs en autómatas
perdidxs en un panorama de muerte y desolación. Ese 7 de mayo de 2012, por un
momento, eché arena en el engranaje de esta mega máquina, por un momento, viví
plenamente marcando la diferencia. Ese día no era una vieja Tokaref mi mejor
arma, sino el odio profundo, feroz que siento contra la sociedad tecno
-industrial.
Firmé la acción como FAI/FRI
porque estoy enamorado de esta lúcida “locura” convertida en poesía concreta, a
veces brisa, a veces tormenta, que sopla caótica por medio mundo, sin
inmutarse, improbable, contra toda ley, contra todo “buena sentido “, contra
toda ideología, contra toda política, contra la ciencia y la civilización,
contra toda autoridad, organización y jerarquía. Una visión concreta de la
anarquía que no contempla teóricos, dirigentes, líderes, mandos, soldados,
héroes, mártires, organigramas, militantes y, mucho menos, espectadores.
Durante años, he visto la evolución de esta nueva anarquía quedándome, de
hecho, sólo como espectador. Durante demasiado tiempo, me he quedado mirando.
La anarquía, si no se hace acción, rechaza la vida convirtiéndose en ideología,
mierda o poco más, en el mejor de los casos, desahogo impotente para hombres y
mujeres frustradxs.
Decididos a pasar a la acción
después de la catástrofe nuclear de Fukushima. Frente a hechos tan grandes como
frecuentes, nos sentimos inadecuados. El hombre primitivo se enfrentaba a los
peligros, sabía cómo defenderse. El hombre moderno, civilizado, ante las
construcciones-constricciones de la tecnología está indefenso. Como ovejas que
buscan protección en el pastor que las matará, así, nosotrxs civilizadxs nos
confiamos a los sacerdotes laicos de la ciencia, los mismos que lentamente nos
cavan la tumba. A Adinolfi, lo hemos visto sonreír con sorna en las pantallas
de televisión haciéndose pasar por víctima. Lo hemos vimos dar lecciones contra
el “terrorismo” en escuelas. Pero yo me pregunto, ¿qué es terrorismo? Un
disparo efectuado, un dolor intenso, una herida abierta o la amenaza incesante,
continua, de una muerte lenta que te devora por dentro. El terror continuo,
incesante, a que una de sus centrales nucleares nos vomite encima, de un
momento a otro, muerte y desolación. Ansaldo Nucleare y Finmeccanica tienen
enormes responsabilidades. Sus proyectos continúan sembrando muerte en todas
partes, últimamente, se habla de posibles inversiones en la duplicación de la
central de Krško en Eslovenia, a dos pasos de Italia, zona de gran riesgo
sísmico. En Cernadova, Rumanía, desde el 2000 hasta hoy, varios han sido los
incidentes provocados por la estupidez de Ansaldo durante la construcción de
una de sus centrales. ¿Cuántas vidas rotas? ¿Cuánta sangre derramada?
Tecnócratas de Ansaldo y de Finmeccanica de sonrisa fácil, de conciencia
“limpia”, vuestro “progreso” apesta a carroña, la muerte que sembráis en el
mundo clama venganza. Hay muchas formas de oponerse concretamente a la nuclear,
bloqueos de trenes que transportan residuos, sabotajes a las torres de alta
tensión que llevan la electricidad producida por el átomo. A mí me pasa por la
cabeza golpear al mayor responsable de esta masacre en Italia: Roberto
Adinolfi, administrador delegado de Ansaldo Nucleare. Tardé poco en averiguar
dónde vivía, cinco vigilancias bastaron. No hace falta una estructura militar,
una asociación subversiva o una banda armada para golpear, cualquiera armadx
con una fuerte voluntad puede pensar lo impensable y actuar en consecuencia. Lo
habría hecho todo solo, por desgracia, necesitaba ayuda para la moto, le
pregunté a Nicola, apelé a su amistad, no se echó atrás. La pistola la compré
en el mercado negro, trescientos euros. No sirven infraestructuras clandestinas
o grandes capitales para armarse. Salimos en coche desde Turín la noche
anterior. Todo fue sobre ruedas o casi, Nicola conducía, yo golpeé exactamente
donde habíamos decidido golpear. Un golpe preciso, corrí hacia la moto y,
luego, lo inesperado, el grito lleno de rabia de Adinolfi, la frase gritada que
me inmovilizó haciéndome perder preciosos segundos: “¡bastardos!… ¡sé quién os
manda!” En ese preciso momento, tuve la seguridad absoluta de haber dado en el
blanco, plenamente consciente del estercolero en el que había metido las manos;
intereses millonarios, finanzas internacionales, la política y el poder, fango
y estiércol. Esos segundos “robados” le permitieron a Adinolfi leer parte de la
matrícula que, por inexperiencia, no habíamos cubierto. Gracias a esos números,
llegaron a la moto y de la moto, a la cámara.
Obviamente, no bastará la condena
de este tribunal para hacer de nosotros los malos terroristas y de Adinolfi y
Finmeccanica, los benefactores de la humanidad. Ha llegado el momento del gran
rechazo, el rechazo hecho de la pluralidad de resistencias, cada una de las
cuales es un caso especial; algunas son posibles, necesarias, improbables;
otras son espontáneas, salvajes, solitarias, concertadas, incontenibles o
violentas. La nuestra era solitaria y violenta. ¿Valió la pena el esfuerzo?
¡Sí! Aunque sólo fuera por la alegría que sentimos al saber de la sonrisa
desafiante que Olga Ekonomidou, valiente hermana de la Conspiración de Células
del Fuego, en una celda de aislamiento de una prisión griega, que tras la
noticia de nuestra acción lanzó a la cara de sus carceleros. Soy feliz de ser quien
soy, un hombre libre, aunque “momentáneamente” encadenado. No puedo lamentarme
demasiado dado que la gran mayoría de la “gente” las cadenas las tienen
firmemente plantadas en el cerebro. En mi vida siempre he tratado de hacer lo
que consideraba justo y nunca lo que convenía. Las medias tintas nunca me han
convencido. He amado mucho. He odiado mucho. Precisamente por eso, no me
rendiré a vuestros barrotes, uniformes, armas. Me tendréis siempre como un
irreductible y fiero enemigo. No estoy solo. Lxs anarquistas nunca están solxs,
solitarixs a veces, pero nunca solxs. Miles de proyectos en la cabeza, una
esperanza en el corazón que continúa viviendo cada vez más fuerte y siempre más
compartida; perspectiva concreta que ” arriesga” para cambiar la cara de la
anarquía en el mundo. Derrumbes pequeños y grandes que un día desencadenarán en
un cataclismo, se necesitará tiempo, no importa, por ahora disfruto del
terremoto desencadenado en mí por todas estas ganas de alegrarme y luchar.
Termino con una cita de Martino
(nombre usado por Marco Camenisch cuando estuvo fugitivo), guerrero que nunca
se ha doblegado, por su profundo amor por la vida desde que lleva más de veinte
años prisionero, recluido hoy en una aséptica cárcel suiza, hago mías estas
palabras suyas:
… el coraje de pensar las cosas
hasta el fondo, transgredir la prohibición de la policía tecnológica de lo
“imposible “, o lo “inconcebible”, pensar otra cosa y de otra manera actuando
en consecuencia. Solo esto nos puede conducir fuera de la tibia mezcla tóxica
de la modernidad a lugares donde nada ni nadie nos guiará al lugar sin
seguridades, al lugar de la responsabilidad en primera persona para la no
sumisión con todas sus consecuencias. La libertad es dura y peligrosa, y no hay
vida sin la muerte. Por miedo a la vida, a menudo, nos resignamos, en
esclavitud, a la aniquilación.
Muerte a la civilización
Muerte a la sociedad tecnológica
Larga vida a las CCF
Larga vida a la FAI/FRI
¡Viva la internacional negra!
¡Viva la anarquía!
Alfredo Cospito
Pocas palabras para afirmar
algunos sencillos datos de facto antes de que la “verdad” se establezca en el
proceso judicial; por si no quedara claro, el término “verdad” lo he usado con
un sentido irónico, de hecho, no reconozco ningún tribunal fuera de mi
conciencia. Los únicos responsables de lo sucedido en Génova el 7 de mayo de
2012 somos Alfredo y yo. Nadie más, ni amigxs ni compas, estaba al corriente de
lo que estábamos planeando y, por tanto, de lo que realizamos. Por mucho que
escavéis en nuestras vidas y en nuestras relaciones para encontrar otrxs
cómplices del “crimen”, no podréis demostrar lo contrario, obviamente, lo intentaréis,
pero en tal caso se tratará de falsedades y del intento de incriminar a
cualquier enemigx de lo existente. Entiendo que para quienes han dedicado su
vida a servir a la autoridad no es fácil rendirse a la idea de que dos
individuos, armados solo son su determinación, puedan intentar encasquillar los
engranajes del sistema tecno-industrial, en vez de contribuir,
disciplinadamente, a hacerlo girar, pero las cosas son simplemente así. Después
de pasar años asistiendo a la sistemática destrucción de la naturaleza y de
todos los aspectos que hacen que la vida valga la pena vivirla, obra del nunca
demasiado alabado desarrollo tecnológico. Años transcurridos siguiendo con
interés, pero siempre como espectador, las experiencias con las que lxs
rebeldes que, aun en este mundo que parece pacificado, siguen levantando la
cabeza para afirmar la posibilidad de una vida libre y salvaje.
Tras el desastre de Fukushima,
cuando Alfredo me propuso que lo ayudara en la realización del acción contra el
ingeniero Adinolfi, acepté sin dudar. Por fin, podía manifestar mi rechazo al
sistema tecno-industrial, sin tener que participar en protestas simbólicas que,
en demasiadas ocasiones no son más que manifestaciones de impotencia. Nadie con
un mínimo de sensatez puede ilusionarse con el éxito de un referéndum o que las
canalladas de un gurú de la economía verde puedan borrar, hasta solo, los
aspectos intrínsecamente más nefastos del mundo en el que estamos obligadxs a
vivir. Está ante las narices de quien quiera verlo que Finmeccanica, con su
producción continua y controlada de armas de destrucción masiva, simplemente lo
hace fuera de las fronteras italianas, como si la radiación respetase esas
infames barreras. En Rumanía (Cernavodă, desafortunada localidad, conocida
principalmente por los incontables incidentes acaecidos en la central),
Eslovaquia y Ucrania, solo por citar las inversiones más recientes y directas,
Ansaldo Nucleare continúa sembrando muerte y contribuyendo a la destrucción de
la naturaleza. Como debería resultar evidente, con otras 190 centrales
nucleares solo en Europa, el problema no es preguntarse si puede darse otro
Chernobyl o no, sino cuando pasará. Y como si con esto no bastase, no debemos
olvidar que estas monstruosidades no solo matan cuando están en funcionamiento,
sino más bien con sus residuos. Se transportan de un lado para otro de Europa
sin que nadie sepa realmente qué hacer con ellos. Los de las centrales
italianas, cerradas desde hace décadas, se han transportado a Francia para
ponerlos en “seguridad”: extraen combustible para alimentar otros reactores y,
también, algunos kilitos de plutonio que solo se puede usar para constuir
bombas (cabe recordar que cuando se habla de nuclear, no se diferencia entre
uso civil y militar), después nos las devuelven peligrosas, más o menos, como
antes. En este sentido, quizás, alguna cosa harán los americanos con el uranio
trasladado este verano a los EE.UU., en gran secreto, desde un depósito de
residuos en Basilicata (provincia al sur de Italia).
Podría estar horas hablando de
los daños y la destrucción causada por la nuclear, dar innumerables ejemplos,
recordar lo que está pasando en Fukushima (donde, según alguno, ningún muerto
era atribuible a la central…), pero no estoy aquí para dar justificaciones. La
nuclear es quizás el elemento de este mundo civilizado donde la insensatez y la
monstruosidad del sistema tecno-industrial la puede comprender cualquiera, pero
tenemos que darnos cuenta de que, en el altar del desarrollo tecnológico,
estamos sacrificando todos los espacios de nuestra libertad individual y de la
posibilidad de vivir una vida realmente digna de vivir. Ahora depende de cada
unx de nosotrxs decidir ser súbditos obedientes o intentar vivir, aquí y ahora,
el rechazo a lo existente. Yo he tomado mi decisión, con alegría y sin
remordimientos.
Nosotros saldremos de aquí
calificados de terroristas, lo gracioso es que podáis decirlo sin sentiros
ridículos: lo dice el código penal. Lo que es seguro es que las palabras ya no
tienen ningún significado; si nosotros somos terroristas, ¿cómo definiríais a
los que producen armas, sistemas de focalización de misiles, drones,
caza-bombarderos, equipos para cazar a las personas que intentan cruzar una
frontera, centrales nucleares, que trata a la vez con asesinos de uniforme y
famosos dictadores, en pocas palabras, ¿cómo definiríais Finmeccanica? Claro
que no es que vuestros jefes brillen por su imaginación, tanto que, para
disipar cualquier duda sobre las verdaderas funciones de esta empresa,
recientemente han puesto de jefe al ex policía Gianni De Gennaro: teniendo en
cuenta su responsabilidad en las torturas de Bolzaneto y en la masacre de la
escuela Díaz, como jefe de la policía, durante la cumbre del G8 del 2001,
lógicamente pensaron que era el hombre adecuado en el lugar adecuado.
Volviendo al motivo de mi
declaración, me gustaría hacer algunas aclaraciones sobre la “brillante”
operación que llevó a nuestra detención. Quién sabe cuántos apretones de manos
y palmadas en la espalda se han dado los astutos sabuesos que consiguieron
aprovecharse de nuestro único error fatal, dictado por la inexperiencia y la
urgencia de hacer algo después del desastre de Fukushima, de hecho, no nos
dimos cuenta de que había una cámara de video colocada por el desconfiado
propietario de un bar para proteger sus bocadillos. Por desgracia, para
nosotros, no la vimos cuando estudiábamos el recorrido que, desde el punto
donde dejamos la moto, llevaba a la parada de autobús que, después de un
cambio, nos llevaría a las afueras de la ciudad en dirección a Arenzano, donde
estaba aparcado mi coche, que habíamos utilizado para llegar y salir de Génova.
A decir verdad, lo de la cámara
no fue el único error cometido, también perdimos preciosos momentos a la hora
de alejarnos del lugar de la acción, el grito rabioso del aprendiz de brujo del
átomo: “¡Bastardos, sé quién os manda!”, nos paralizó. Obviamente, no es cosa
mía adelantar hipótesis sobre el significado de esa frase, el momento no
favorecía razonamientos calmados y, mucho menos, acostumbro a construir
castillos en el aire sobre las palabras pronunciadas por otra persona, pero
personalmente he llegado a la conclusión de que habíamos hundido las manos en
un montón de mierda. El resto de elementos que justificaron nuestra detención o
están distorsionados o son, simplemente, falsos. La famosa grabación de la
“pistola”, que dice que confirma que disparé es absolutamente incomprensible,
ahora es inútil implicar a expertos para desmontarla, pero habiendo conducido
la moto es imposible que pueda haber empuñado también la pistola y, sobre todo,
me parece lógicamente absurdo que me haya puesto a contárselo justo a quien
participó conmigo en la acción, es decir, a Alfredo.
Sobre la impresora, incautada en
casa de mis padres, que la policía científica afirma que es la que se utilizó
para imprimir el panfleto, hay poco que decir, ya que el ordenador y la
impresora los compré yo y los destruimos después de usarlos (cabe destacar que,
una vez que la revisión había confirmado nuestros arrestos, los propios
científicos del RIS se dieron cuenta de que probablemente no era la misma). En
cuanto al robo de la moto por el cual procedéis en contra de nosotros y de
fantasiosos desconocidos, las cosas son menos complicadas que como intentáis
reconstruirlas. Dimos vueltas por la ciudad tratando resolver el problema, ya
que no teníamos ninguna experiencia en tal práctica. La suerte, como se sabe,
favorece a lxs valientes, de hecho, en la amena ciudad de Bolzaneto nos
encontramos una moto con las llaves olvidadas puestas en el contacto, las
tomamos y decidimos volver unos días más tarde con un casco. La moto seguía
todavía aparcada en el mismo sitio, me bastó sentarme en el sillín, encenderla
y llevarla por la parte del cementerio de Staglieno donde permaneció hasta
quince días antes de la acción, cuando la llevé cerca de la casa del ingeniero
Adinolfi. Me disculpo con el dueño por haber sacado los cascos y otros objetos
que había debajo del sillín y por haber tirado el baúl trasero, por desgracia,
eran incómodos y definitivamente no era muy buena idea intentar devolverlos.
Otro elemento que los investigadores han abordado y, me temo que intentarán
utilizar como buenos inquisidores en el futuro, es una interceptación realizada
en el CSL de Nápoles, en el que algunos compañeros comentaron el folleto que
habían recibido, en estreno mundial, vía e -mail. No tengo ni idea de qué
hablaron, no voy a explicar que el diálogo es difícil de entender, por decir
poco, y ni siquiera es el caso de pararme sobre la evidente similitud entre
“Valentino ” y “volantino (panfleto)”, pero sí sé por cierto que el comunicado
se envió solo por correo ordinario (enviamos las cartas durante el cambio de
autobús en el camino de vuelta, en un buzón postal, en el paseo marítimo, cerca
de la terminal de ferris), por lo tanto, es sencillamente imposible que lo
hayan recibido a través del correo electrónico.
Tengo claro que usaréis nuestro
caso para dar ejemplo, que la vendetta será draconiana, que haréis todo lo
posible por aislarnos (basta mencionar que desde hace más de un año, nuestra
correspondencia está sometida a censura), pero quiero daros una mala noticia:
se trata de esfuerzos inútiles. Hace, al menos, 150 años que jueces, hasta más
feroces que vosotros, intentan borrar la idea de la posibilidad de una vida
libre de autoridad, pero con pobres resultados. Puedo aseguraros,
tranquilamente, que vuestras acciones represivas, por muy de amplio espectro o
discriminadas que sean, no podrán desarticular ni erradicar nada. Si os creéis
que llegaréis, gracias a nosotros, a otrxs anarquistas que han decidido
experimentar la posibilidad caótica, espontánea e informal de la FAI, os habéis
equivocado mucho y solo conseguiréis dar palos de ciego; ni yo ni Alfredo
conocemos a nadie que haya tomado esta decisión. Estáis a la caza de un
fantasma que no podéis encerrar en las angostas casillas de vuestros códigos.
Eso es porque se manifiesta en el instante en que las tensiones destructivas de
aquellxs que lo animan se unen para actuar, en el momento en que mujeres y
hombres libres deciden experimentar concretamente la anarquía. Ahora que la
experiencia de la Célula Olga está conclusa, solo puedo aseguraros que he
encontrado nuevas razones para alimentar mi odio y motivos para desear la
destrucción de lo existente, hecho de autoridad, explotación y destrucción de
la naturaleza.
Amor y complicidad para lxs
hermanxs que, con sus acciones, en cualquier parte del mundo, hacer realidad el
sueño loco de la FAI/FRI.
Amor y complicidad para lxs
compas que, anónimamente o no, siguen atacando en nombre de la posibilidad de
una vida libre de autoridad.
Amor y libertad para todxs lxs
presxs anarquistas.
Viva la internacional negra de
lxs refractarixs del orden mortal de la civilización.
¡Viva la anarquía!
Nicola Gai